Debo admitir la impresión que me causó el acto en recuerdo de Juan Ignacio. Y creo que no soy el único. Este acto sencillo ha expresado en su estilo ese espíritu de escuadrista, de soldado de la causa, del tipo humano al que todos estamos adscritos en nuestro fuero interno, allí donde permanecen guardadas las razones últimas y las más caras emociones. La larga fila de entorchas en las calles anochecidas de Madrid, las banderas y en cabeza el estandarte negro con la llama del Frente de la Juventud, el silencio de la comitiva al que acompañaba el sonido acompasado y solemne del tambor, todo esto nos hizo participes de una ceremonia con un carácter autentico.
Desde hace días vengo meditando que es lo que tuvo aquel acto para que fuera tan excepcional en medio del triste y gris panorama de nuestro sector político, sumida en horas tan bajas que hasta la palabra decadencia es una descripción excesivamente optimista. Quisiera antes de continuar hacer una confesión de parte por lo que voy dejar por escrito en los próximos renglones, no tanto para evitar mal entendidos como para dejar advertido sinceramente al lector que va dedicar unos minutos de su tiempo a leer mis reflexiones. En mi trayectoria política de militante con responsabilidad de mando me he equivocado en casi todo y no he acertado en casi nada, de todo lo que pretendí lograr no hay nada importante que concluyera con éxito. Es decir soy uno más de los militantes de la causa, no hay en mi nada excepcional y me balance es el de todos, de decepción en decepción. Lector, hecha queda esta advertencia.
Me parece que tres vicios o tres pecados capitales han impedido que prosperara nuestro movimiento, tres males que han arraigado con fuerza entre nosotros y que como tres tumores malignos se han extendido por el cuerpo del neofascismo español hasta llevarlo a la condición de enfermo terminal.
El primer mal de los tres es la primacía del partido frente a la causa. Partidos canijos y la mayoría de peregrinos planteamientos se convirtieron tras el cierre de Fuerza Nueva y de sus dos epígonos el Frente Nacional y las Juntas Españolas en el sancta sanctorum de nuestro sector, solo afiliándote a un partidito mínimo puedes trabajar a cambio del sometimiento y conversión en miembro de algo que no es sino un grupo sectario, registrado eso si legalmente en el ministerio del interior. Cualquier posibilidad de unidad o incluso un mero acuerdo para hacer un acto en común está condicionado al interés del partido, de modo y manera que si ese acuerdo unitario se lleva acabo será solo en virtud de la generosidad del partido y está se dará por consumida en la siguiente ocasión que se hubiera en poner en práctica, con razón más que justificada por la dirección del partido ya que el juntamiento o colaboración acaba por estropear el proyecto propio, porque a la postre lo verdaderamente importante no es otra cosa que el partido. En esto como en todo hay antecedentes históricos, hubo una primera vez que se puso en marcha. Conviene recordar como Indalecio Prieto en su exilio mejicano se percató de lo interesante que sería dar vida a la llamada Falange Española Autentica para socavar con este partido al Movimiento Nacional.
Pues bien piénsese que es todos sabido y por todos pertinazmente ignorado que nuestros partidos han estado infiltrados por los servicios de seguridad y no por desgracia por causa de que les seamos especialmente antipáticos a los policías y a los guardias civiles sino porque este régimen tiene entre sus principios fundacionales el que en España no es permisible la existencia de un movimiento político de lo que ellos llaman “extrema derecha”. Así se explica porque tantos grupos ha habido, todos tan diminutos y todos tan engallados de si mismo.
El segundo mal es la ideología, que es algo así como el arca de la alianza que guarda celosamente cada partidoy que gracias a él permanece al resguardo de la permanente amenaza que supone de utilización aviesa y fraudulenta que de ella hacen los otros partidos del sector. En esto lo grupos falangistas se llevan a la palma aunque el mal está tan extendido por doquier y alcanza a los grupos Nacional Revolucionarios o los de la autonomía histórica.
El segundo mal es la ideología, que es algo así como el arca de la alianza que guarda celosamente cada partidoy que gracias a él permanece al resguardo de la permanente amenaza que supone de utilización aviesa y fraudulenta que de ella hacen los otros partidos del sector. En esto lo grupos falangistas se llevan a la palma aunque el mal está tan extendido por doquier y alcanza a los grupos Nacional Revolucionarios o los de la autonomía histórica.
No existe ningún partido político y menos aún un movimiento político de mediano éxito que no posea una definición suficientemente amplia, que evite la concreción excesiva y que no sepa cambiar de estrategia según cambian los tiempos y las circunstancias. Pues bien cada pequeño partido de nuestro sector presume de disponer de una doctrina, única, genuina y milimétricamente determinada. Confunden principios con programa y estrategia y todo constituye algo confuso y contradictorio, incomprensibles muchos planteamientos y otros cuando se comprenden horrorizan. En esto de nuevo el falangismo marcó escuela pero esto mismo se da en los sectores católicos o los de la llamada autonomía histórica, algo esto último que ha sido elevado de estratégico y por tanto susceptible de ser cambiado o cuidadosamente apartado, en doctrina diferenciadora de toda una familia política.
Por lo disparatado y estrecho, las ideologías de los partidos me traen a la memoria el viaje que hizo Gulliver al reino de Laputa. Pero en esto de las ideologías hay algo más y algo peor. Retomemos el plan de don Indalecio Prieto y su Falange Española Autentica. Andaba este maligno personaje alardeando que el poseía la famosa maleta de Jose Antonio, en la cual se guardaban documentos extraordinarios que eran el fundamento de la autentica ideología falangista, que era la contraria ni más ni menos que la que tenía el régimen de Franco.
Cada pequeño partido se ha hecho con su particular maleta ideológica y cuando se examina todas y cada una tienen algo en común, el espíritu que anima el fondo de su ideología este es el de la negación y la vergüenza de los que son nuestras autenticas convicciones.
La diferencia entre el fascismo y le neofascismo es que este lucha después de una derrota mundial, en inferioridad absoluta y en una guerra en la que las batallas que podrá ganar serán escaramuzas, una situación semejante a aquella en que don Pelayo empezó la Reconquista. Pues bien los partidos del sector han jugado a ser un gran partido como los del sistema por eso lo único que han conseguido es cosechar derrotas electorales y hacer el ridículo. Y en su afán no solo se han mimetizado de “demócratas” sino que han ocultado primero y renegado incluso de lo que si somos, se empieza no queriendo que le señalen como fascista y se acaba renegando del fascismo en un programa electoral o en un programa de televisión. Habrá que admitir que más o menos Indalecio Prieto con cincuenta años de retraso se ha salido con la suya en lo que a nosotros se refiere.
Queda el ultimo mal indispensable que acompaña al partido y su sacrosanta ideología, el líder. Las organizaciones serán insignificantes pero sus líderes actúan siempre con una arrogancia digna de un faraón. Y es que sucede que en la mayoría de los partidos del sector la existencia de la organización está exclusivamente cimentada en la personalidad de quien es su dirigente máximo. Lo más paradójico es que con la excepción histórica de Blas Piñar ninguno de ellos ha pasado de ser un ilustre desconocido por la sociedad y en algunos casos, no tan pocos, su biografía debería ser archivada entre las poco recomendables y las nada recomendables. Lideres no serán pero actúan como si pudieran ofrecer una hoja de servicios que podría competir con la del Gran Capitán y el Duque de Alba juntas.
Está hipertrofia del liderazgo que generalmente es síntoma de debilidad, en nuestras organizaciones ha sido siempre causa segura de ineficacia, luchas internas, escisiones y de la imposibilidad o la ruptura cuando se han puesto en marcha procesos unitarios. En nuestras organizaciones que han vivido y viven de liderazgos personales tan poco justificados como no podía ser de otra manera la adulación y el servilismo personal han sido males endémicos que ha promovido al mando a militantes que ni por condición ni talento debieron tener jamás cargo de responsabilidad alguno. Y si alguno piensa que no ha sido tan decisivo esta causa “ad hominem” para hacer fracasar tantas organizaciones y tantos proyectos unitarios repásese lo que ha sucedido y se verá que sin contar con la inestimable ayuda de uno o de dos nombres propios de líderes y jefes del momento aquello podría haber salido bien.
Resumo y termino, ni partidos, ni ideologías de partido, ni líderes de partido. Unidad de todos en una organización abierta en las que participan grupos, se integran iniciativas comunes, se colabora juntos y todo el mundo sea libre para actuar y hacer y ser. Eso sí, ser fascistas, palabra que tiene la ventajosa propiedad que quien lo es se sentirá cómodo y quien no lo es como en los cuentos infantiles, enseña la patita. Y sin lideres, por favor, no por pulsión anarquista sino precisamente porque aspirando a un jefe verdadero es necesario poner el listón también verdaderamente alto.
Manuel Aldana
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