El diagnóstico de incapacidad puede hacerse extensivo al PSOE, al PNV a CiU y a todas los llamados “partidos convencionales”. La crisis no es coyuntural sino estructural, la solución no pasa por parchear el desastre actual, sino apostar por un cambio de paradigma económico. La crisis no casual, es la consecuencia de un proceso que se inició hace unos 35 años en España y algunos más en el resto de Europa, porque digámoslo claramente, toda Europa está endeudada y no sólo los “pobres del sur”.
La clase política: culpable
Después de la Segunda Guerra Mundial y concluido el Plan Marshall de reconstrucción de Europa con capital estadounidense, los europeos empiezan a lograr estándares de vida cada vez más confortables. La producción no daba para mantener ese constante aumento del nivel de vida, sin embargo la casta política inicia una vertiginosa carrera hacia ningún lugar y la falta de producción –y por tanto de capital generado por el trabajo– se suplía pidiendo ese dinero a las entidades financieras; es decir endeudándose.
Al mismo tiempo la democracia formal se transforma en simple partitocracia. Los partidos políticos dejan de ser herramientas al servicio del Estado, para convertirse en organizaciones ensimismadas, ya no actúan en clave nacional, sino en el propio interés. Muy atrás queda aquella “leal oposición” de época victoriana, en la que el término “leal” significaba precisamente que toda la actuación de la oposición –cualquiera que fuera el partido tory o whig que la ocupara- actuaba lealmente hacia el Estado británico y ayudaba al Gobierno en las tareas de dirección de los intereses nacionales. Lo global por encima de lo particular, nada parecido a lo actual.
En este cambio de naturaleza los partidos dejan de pensar en el medio y largo plazo –intereses del Estado– para hacerlo en el corto plazo, un plazo tan corto como los cuatro años de legislatura, esos cuatro años que tienen para ser reelegidos y perpetuarse en el poder por interés propio. En ese periódico deben "generar" riqueza y bienestar para lograr mantener su caudal de votos. En esos cuatro años de gestión necesitan intentar cumplir las promesas que han hecho durante la campaña, y para hacerlo siempre queda el recuerdo fácil a corto plazo –pero nefasto en el largo- de pedir dinero prestado. Ése ha sido el mecanismo que ha generado la deuda actual. Los políticos han ido endeudándose porque no les importaba el largo plazo sino el rendimiento del capital prestado de forma inmediata para sostener su poder político.
La deuda no ha sido sólo pública, también ha afectado al sector privado. De nuevo el mecanismo, los bancos deban acceso fácil al crédito, se ofrecían créditos. Las autoridades políticas miraban hacia otro lado cuando su responsabilidad habría sido intervenir en esta situación y prohibir la irresponsable concesión de créditos generalizados, pero ya se sabe que para el pensamiento “liberal” el Gobierno nunca debe intervenir en el terreno económico, porque el mercado se “autorregula” por una “mano invisible” que tiende a corregir los desequilibrios internos. El resultado lo tenemos a la vista, esa mano no es invisible sino inexistente, y los desequilibrios internos no se corrigen sino que estallan de forma angustiosa.
Añadir que esta situación que se ha dado en toda Europa occidental, hay que añadir dos elementos específicamente españoles que han contribuido aún más a llegar a la situación actual, y –lo que es peor– a limitar nuestras posibilidades de recuperación. La nefasta negociación de ingreso a la UE por parte del PSOE, que consistió en desmantelar todo nuestro tejido industrial, y la suicida política del PP de basar un ficticio crecimiento económico en la especulación financiera y del sector de la construcción, disparate para el que –todo hay que recodarlo– el PP abrió las puertas a millones de inmigrantes que se usaron como obra de mano barata en la construcción y como elemento de presión para rebajar los salarios y los derechos sociales de los trabajadores autóctonos.
La clase financiera: usureros y depredadores.
Esta situación, inestable y absurda, se mantuvo durante décadas. La finanza daba todo tipo de facilidades para que el crédito fluyera y la deuda aumentara, todo era una ficción que parecía funcionar hasta que llegó el choque con la realidad. Y la realidad es ni más ni menos que la finanza dice que ya no presta más y que ahora pide que se le devuelva toda la deuda que se ha generado durante estas décadas. ¿Nadie pudo prever que eso llegaría algún día?
La finanza que había subvencionado ese crecimiento ficticio facilitando el crédito, pide ahora su “libra de carne”. Y al llegar ese momento, el momento actual en que nos encontramos, esa finanza está usando toda la deuda acumulada para dar un "golpe de estado a escala europea" y exigir la sumisión total del poder político, vaciar al Estado de prestaciones sociales que exigen también ellos para gestionarlas de forma privada de manera que dejen de ser un derecho social para ser también parte del negocio de la finanza internacional.
Para eso la finanza, ha usado todas sus herramientas, incluso la estafa y la mentira. Conocida es la actuación de la banca norteamericana Lehman & Brothers en la elaboración de informes falsos sobre la situación económica en Grecia, con el objetivo de desestabilizar el país y propiciar un cambio de gobierno sumiso a los dictados de la finanza internacional. Hay que decir que el que fuera presidente de Lehman & Brothers para España y Portugal, Luis de Guindos, ha sido nombrado por Rajoy Ministro de Economía. La conclusión es funesta, el PP ha optado por someterse a los intereses de la banca que están en contradicción insalvable con los intereses de nuestra comunidad popular.
Seamos claros, mientras las instituciones que pretender sacarnos de la crisis sean instituciones sumisas a la banca, estamos en una situación sin salida.
Las agencias de ratting: asociaciones para delinquir.
Al hablar de la crisis no podemos obviar el nefasto papel de unas sociedades anónimas de las que hasta hace poco nadie había oído hablar y hoy pueden cambiar gobiernos y decidir el destino de Estados teóricamente soberanos. Nos referimos a las agencias de ratting.
Las agencias de ratting en definitiva no son más que unos pequeños despachos situados generalmente en Nueva York, y formadas por unos cuatro o cinco brókers, el teléfono, un e-mail y la correspondiente secretaria. Su función es la de “calificar” la deuda de los países y también de otras entidades bancarias y financieras, el objetivo es captar “paquetes de inversores” que al tomar como referencias sus calificaciones invierten donde las agencias “aconsejan”. Es decir si hoy califican la deuda de determinado país de forma positiva y mañana negativa, mientras con otros países hacen la misma operación pero a la inversa, lo que logran es que haya un flujo de inversiones de un lado a otro, flujo que ellos gestionan y por el que obtienen el correspondiente y desmesurado beneficio económico. Una acción especulativa de este tipo supone ganancias de millones de dólares en un día para una agencia de ratting.
Si esto es de por sí nefasto, el asunto empeora al tener estas calificaciones sobre las diferentes deudas nacionales una implicación política. Es decir se ha llegado al sumo absurdo de que la fiabilidad o no de un Estado depende de la “nota” que le dé un despacho privado de brókeres neoyorquinos. Un auténtico disparate. De esta forma, las agencias de ratting se han convertido en el instrumento de presión política del poder del dinero y de los mercados. Su actuación en los casos griegos e italianos ha sido la de simples golpistas, hoy ya no hay golpes de Estado militares, son golpes de Estado financieros, Grecia e Italia han sido dos ejemplos claros de lo que decimos, porque, ¿quién ha elegido a los respectivos jefes de gobiernos, las urnas o las agencias de ratting? En España ha pasado algo muy similar, la “nota” que daban las agencias de ratting a España era bajísima en las semanas previas a las elecciones generales, Rajoy entendió perfectamente el mensaje de los mercados: o pones a uno de los nuestros en el Ministerio de economía o hacemos que los mercados te hundan. Y el resultado será el que todos sabemos, De Guindos se dedicará al expolio del estado en beneficio de los mercados.
Una primera medida política necesaria y urgente, sería declarar a las agencias de ratting como asociaciones para delinquir y decretar la prohibición absoluta de sus actividades en Europa. Son simples especuladores que buscan beneficios privados a causa de pérdidas públicas y por lo tanto su actividad debe ser puesta fuera de la ley.
La solución: rompamos la servidumbre del interés y de la deuda.
La solución: rompamos la servidumbre del interés y de la deuda.
Ante todo hay que decir bien claro que eliminar la seguridad social, terminar con la educación pública, privatizar las pensiones y fulminar el Estado social como pago a la deuda con los mercados, no es solucionar la crisis. Es sencillamente la ruina para ésta y las sucesivas generaciones. Eso no es salir de la crisis, es arruinarnos e hipotecar el futuro de nuestra sociedad.
Para salir de la crisis en primer lugar hay que hacer un diagnóstico del problema y ver cuál es la causa del mismo, y la respuesta es clara: la irresponsabilidad de la clase política nos ha puesto en manos de las ansias de poder y dinero de la clase financiera. Los culpables deberán pagar un precio político por esto, pero lo primero es constatar que para terminar con la crisis hay que salir de esa tenaza político-especulativa.
En segundo lugar hay que pagar lo que se debe. Hay que zanjar la deuda con los mercados, y no volver a caer nunca más en la misma situación. Para esto harán falta sacrificios y recortes que deben empezar por la clase política y el sistema bancario, al ser culpables de la situación creada, toda medida de recorte que no empiece por un drástico ajuste del gastos político y de los beneficios bancarios, carecerá de legitimidad política y contará con la lógica oposición popular.
En tercer lugar un nuevo paradigma económico. Salir de la deuda, será el momento de liberarse definitivamente y para siempre de la servidumbre hacia los mercados, cualquier programa económico que se hagan en el futuro tendrá que excluir la adquisición de nueva deuda de forma tajante. Los recortes y las políticas de austeridad sirven como solución momentánea, pero son insuficientes para el normal funcionamiento económico de un país que necesita ante todo de la producción real, es decir del trabajo productivo, y no de la economía especulativa y financiera. Éste es el problema que hoy tiene España y casi todos los países de la Europa del sur, que no tiene tejido productivo y que su sector industrial ha sido desmantelado, en beneficio de la importación de esos mismos productos –a precios más baratos– de países del tercer mundo. Eso es la globalización, y la globalización es sencillamente la ruina de Europa. Por lo tanto para solucionar este problema es necesario revertir la globalización e iniciar un proceso de des-globlalización en clave europea. Recuperar nuestra capacidad de producción supone ni más ni menor que la instauración de políticas de protección arancelaria infranqueables por los productos del tercer mundo y que, en consecuencia, la producción y por lo tanto el beneficio vuelvan a Europa. En el medio plazo, no hay otro salida.
En definitiva se trata de romper con la globalización financiera e industria, salir de la servidumbre de la deuda y apostar por un espacio económico y político europeo autónomo, autocentrado, por un Estado social y por un nuevo paradigma económico basado en el trabajo y no en la especulación y el endeudamiento.
Enric Ravello i Barber
Secretario relaciones nacionales e internacionales de Plataforma per Catalunya
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