Una mujer evita que un hombre de raza negra viole a una joven en Irún golpeándole con un paraguas.
No se siente ninguna heroína y tampoco una valiente, pero actuó como tal. La audaz intervención de Ángeles Ares evitó que un hombre violara la noche del sábado a una mujer en Irún, según trascendió ayer. Incluso puede que su actuación salvara la vida de la víctima. A Ángeles le bastó su determinación y un paraguas para provocar la huida del agresor que posteriormente pudo ser detenido por la Ertzaintza.
Los hechos sucedieron en la medianoche del sábado, en la calle Alzukaitz, situada en el barrio Arbes de la ciudad fronteriza, donde la víctima fue abordada en unos soportales por un individuo que la tiró, la arrastró por el suelo y le golpeó la cabeza contra el pavimento.
Ante la resistencia y los gritos de la chica, el individuo, al parecer de nacionalidad francesa, la agarró por el cuello con fuerza para impedir que respirara, momento en el que vecinos de un inmueble que habían escuchado los gritos se asomaron a la ventana de su casa y empezaron a recriminar al agresor. El hombre arrastró entonces a la víctima hacia una zona oscura y algo más apartada donde, tras propinarle diversos golpes por todo el cuerpo, intentó agredirla sexualmente.
«Mi hija estaba con su novio en el salón y fueron ellos los que oyeron gritos de auxilio que procedían de la calle. Yo acababa de retirarme a la habitación y estaba ya un tanto adormilada cuando la niña vino gritando: ¡ama, ama!, están pidiendo auxilio abajo’», explica Ángeles.
Saltó de la cama como impulsada por un resorte y corrió a la ventana. «Oí unas voces de mujer que decían: ‘¡Socorro, me mata, me mata!’. Entonces empecé a chillar. Grité que ya había avisado a la Policía y que bajaba de inmediato. Comencé también a proferir algunos insultos para que el agresor se percatara de que le habíamos descubierto y dejara a la chica. Me puse histérica. Lo que pretendía era llamar la atención, sacar el mayor ruido posible para provocar la huida del hombre», relata.
«Una torre humana»
La mujer se vistió con lo primero que encontró a mano y bajó a calle ‘armada’ con un paraguas. «El novio de mi hija, que tiene 21 años, quería venir conmigo. No le dejé. Le comenté que igual el agresor tenía una navaja. Salí del portal gritando: ‘¿Donde estás hijo de puta?’. Llevaba el paraguas cogido como si de un bate de béisbol se tratase», explicó. Nada más pisar la calle, Ángeles se topó de frente con una mole humana. «Cuando el agresor me vio, dejó de estrangular a la chica. Era un chico de raza negra, de más de 1.90 metros de estatura, lo que se dice, una torre. Vino hacia mí mostrándome las palmas de sus manos. Las tenía ensangrentadas. Entonces, sin dudar un instante, le pegué con el paraguas todo lo fuerte que pude en la zona de la cara».
El impacto dejó al agresor un tanto aturdido. «Yo creo que se quedó sorprendido de mi reacción, de que le agrediese. Pensó que la situación se complicaba y posiblemente por ello decidió marcharse. Le seguí con la mirada para ver por dónde huía y luego poder avisar a la Policía», recuerda.
En cuanto la víctima vio a Ángeles Ares se abrazó a ella. «Me dijo que por favor no le dejara sola. Durante unos instantes nos quedamos cogidas. Estaba en estado de shock», señala.
La víctima tenía la cara ensangrentada. «La hubiese matado. La estaba estrangulando. Ni siquiera los gritos que di desde la ventana hicieron que cejara en el intento. Hasta que no bajé a la calle no la soltó. Si hubiera sido una niña de 18 años habría acabado con su vida. No hubiera tenido ninguna oportunidad ante un individuo de semejante corpulencia», señala.
En la cabeza de Ángeles aún retumban las palabras que pronunció la víctima. «No dejaba de decir que le mataba, que le mataba. Y lo hubiera hecho. Le pegó con la cabeza en el suelo, le pisoteó… Al parecer, el hombre tenía la intención de agredirla sexualmente y muy probablemente le dio primero la paliza para vencer su resistencia».
En los minutos posteriores, tras la huida del agresor, otros vecinos del edificio bajaron a la calle. «Al cabo de un rato vino una ambulancia y también la Policía. Tengo la sensación de que tardaron bastante. Hubo mucha gente que tardó bastante», indica.
Reacción visceral
Ángeles le intenta quitar peso a su actuación e insiste en que no es ninguna heroína. «Solo sé que había una chica que estaba siendo agredida y que necesitaba mi ayuda. No me considero una valiente, pero volvería a hacerlo. Mi vida no valdría nada si me hubiese quedado en casa y al día siguiente me entero de que la ha matado. Así se lo he dicho a mi familia».
La mujer asegura que su reacción fue visceral. «Es lo que había que hacer. Tiene que ser tremendo que una persona muera en la calle o sea agredida sexualmente y nadie haga nada por ella, que todo el mundo pase de largo. Qué tristeza. Es inhumano. ¿Qué somos, animales?», se pregunta.
Ángeles está todavía impresionada por lo sucedido. «He preguntado por la víctima y me han dicho que está profundamente afectada. No es para menos. Yo pienso en mis hijas que todos los días salen para bajar al perro. Les podía haber sucedido a ellas o a mí cuando regreso por las noches a casa».
Tras la agresión, otros vecinos alertaron de lo sucedido a la Ertzaintza. Una de las patrullas localizó al agresor en las proximidades, escondido entre unos matorrales. Los agentes detuvieron al individuo, que presentaba heridas en una mano ocasionadas por la víctima en su intento de defenderse, y le imputaron sendos delitos de agresión sexual y lesiones. La mujer agredida fue trasladada a un centro sanitario para ser asistida de las lesiones que presentaba.
El detenido, de 30 años, fue puesto a disposición judicial y posteriormente ingresó en la prisión de Martutene.