ESPAÑA INCÓMODA.

"Demasiado libertinaje en la juventud seca el corazón, y demasiada continencia atasca el espíritu".

Charles Augustin Sainte-Beuve (1804-1869) Escritor y crítico literario francés.


sábado, 3 de diciembre de 2011

El último del telón.






A Juan Ignacio.

A todos los caídos por una España mejor.


En las primeras horas del 12 de Diciembre de 1980, tres certeros disparos segaban la vida de un joven falangista. 28 años tenía y una vida por delante.
Tres disparos certeros. El primero al bulto, como mandan los cánones de los matarifes profesionales. Los dos siguientes a la cabeza.

El 2 de Noviembre de 1933, caía vilmente asesinado un joven Jonsista. 23 años contaba tan solo, aquel día en que desafió al orador en un mitin del PSOE con una frase tan certera, “recordad Casas Viejas “, como letal para él.
La verdad escupida en plena cara hizo mella entre los asistentes.
Ruíz de la Hermosa fue linchado, literalmente asesinado a golpes y puñaladas por una turba de cobardes.
José Ruiz de la Hermosa fue el primero del telón.
El negro telón de los falangistas caídos que, a día de hoy, cierra Juan Ignacio González Ramírez.


¿Qué es la vida?



Un pragmático diría que son los años que cuentas desde tu alumbramiento hasta tu defunción.
La mayoría intentamos vivir esos días conforme a unos valores, intentando dejar a los que amamos el recuerdo de lo bueno que hicimos y deseando que comprendan los errores que cometimos.
Hay personas cuya existencia es tan gris, que cien años que vivieran, apenas si valdrían un recuerdo entre sus descendientes.
También las hay, personas tan mezquinas que viven su vida tan solo para sí mismos y en ese egoísmo se acaba diluyendo su memoria.
Y hay personas que nacen para ser inmortales.
Hay personas que nacen para vivir siempre en la memoria de generaciones y generaciones.
Por miles y miles de años.

Matías Montero tenía 20 años cuando a bocajarro y por la espalda, de nuevo un cobarde socialista, le disparó hasta tres veces; una vez en el suelo, fue rematado con dos nuevos disparos.
Fue el 9 de Febrero de 1934.
Matías Montero fue el quinto nombre del telón.
En su entierro José Antonio pronunció las palabras que todos aprendimos al iniciarnos en la milicia: "Que Dios te de su eterno descanso y a nosotros nos lo niegue hasta que sepamos ganar para España la cosecha que siembra tu muerte".
Su asesino, perseguido y detenido en el acto, pese a tener un larguísimo historial delictivo, se encontraba en libertad provisional; se declaró miembro de Vindicación y manifestó que dicho grupo se había organizado y juramentado "para dar muerte a los señoritos fascistas de la Falange".
Francisco Tello, que así se llamaba el canalla, tenía 32 años, estaba afiliado a UGT y era militante de las Juventudes Socialistas que en aquella época dirigía Santiago Carrillo.
Vindicación es el nombre de un grupo terrorista al que el devenir de la historia no le hizo justicia.
Y digo esto porque los acontecimientos históricos que se sucedieron dejaron en el olvido al primer grupo organizado por el PSOE (el siguiente sería el GAL) para asesinar y aterrorizar.
Las atrocidades posteriores, tales como las checas, los paseos, las quemas de iglesias, las fosas comunes y demás salvajadas realizadas por aquellos “amantes de la libertad", hicieron que Vindicación pasara prácticamente desapercibido en los anales.
Pero como no sería justo para los amantes de la "memoria histórica", aquí estamos nosotros para recordárselo.
El cobarde Tello, en el momento de ser detenido llevaba en su bolsillo una star del 9 corto, nuevecita, recién disparada, a la que faltaban cinco cartuchos y una nota manuscrita con una matrícula que resultó ser la del coche de José Antonio Primo de Rivera.
Pocos días después, la policía detenía a Francisco Mellado, identificado como el otro miembro del comando.
En el juicio, José Antonio, como abogado de la acusación, logró que confesaran su pertenencia a Vindicación, lo que demuestra la importancia que ya se le concedió a dicha organización terrorista.
Asímismo, quedó demostrado que tanto Tello como Mellado estaban relacionados con Ángel Tejera -el asesino del capataz de FE, Vicente Pérez- y con Felipe Gómez, condenado por el asesinato de Francisco Sampol, cuyo único error había sido adquirir un ejemplar de FE.
También se probó su relación con otros pistoleros socialistas como Máximo de Dios y Santiago Garcés. Éstos, a las órdenes de Juan Luis Lozano, junto a Federico Coello y Francisco Guerra, habían sido detenidos con otros terroristas, todos con carnet de las Juventudes Socialistas o de la UGT, entre cuyos nombres están José Pérez y Victoriano Cuenca, por posesión de armas de fuego.
De toda esta chusma, sin ninguna duda integrantes de Vindicación a la par que militantes del PSOE, Cuenca, Ordóñez y Coello, acompañaron al capitán de la guardia civil Condes en la tristemente célebre camioneta 17, que secuestraría y asesinaría al líder de la oposición Calvo Sotelo, siendo el primero el que apretara el gatillo.

Vindicación fue pues un grupo terrorista financiado, armado y militado por el PSOE, llegando incluso algunos de sus miembros a ser guardaespaldas de Prieto.

Juan Cuellar, es el octavo nombre del telón de los caídos.
El 10 de Junio del 34, en compañía de varios camaradas, fue increpado por un numerosísimo grupo que estaba cantando La Internacional: "¿Por qué no cantáis, sois cenetistas?". "No, somos de Falange". Con el orgullo y valor de su respuesta, Cuellar firmaba su sentencia de muerte.
Fue apuñalado, disparado y su cabeza aplastada con piedras con tanta saña que sus camaradas no le mostraron el cadáver a su propia madre.
Otra vez una socialista, de nombre Juanita Rico, como colofón a aquel cruel ensañamiento, orinó sobre su cadáver aun caliente.
Pero esto no lo contó ella; aquella misma tarde, abandonó el mundo de los vivos. El grupo de Ansaldo, reparó adecuadamente sus problemas de incontinencia.

Habían muerto nueve falangistas y se contaban un centenar de heridos antes de que apareciera la Falange de la Sangre. A partir de aquí, se devolvería golpe por golpe.
En aquellas fechas, un José Antonio apesadumbrado por haber tenido que llegar a ese punto, confesaría: "Mussolini tiene razón cuando dice que la violencia ha de ser caballeresca, eficaz y sin rebasar el límite necesario".

Onésimo Redondo, suma su nombre al negro telón cuando ya éste ha dejado de colgarse en teatros y salones de actos. Ya la sangre de los caídos lo empapa y el ruido de los cañones ha silenciado las palabras.
Liberado, al triunfar el Alzamiento, de la cárcel de Ávila donde se encontraba desde el 20 de Junio, se dirigía a ocupar su puesto en primera línea de combate, cuando fatalmente fue a caer en una emboscada.
En Labajos, en los campos de la Castilla que tanto amó, en los campos de los jornaleros por los que luchaba, rodeado por mieses, altas choperas y encinas entre las que buscó refugio bajo el sol de justicia del estío castellano, entregó su vida.

Ruíz de la Hermosa, Matías Montero, Juan Cuellar, Onésimo Redondo, Juan Ignacio González; cinco nombres, cinco falangistas, cinco héroes.

Cinco, entre los cientos de caídos que conforman nuestro negro telón.
Cinco, como las flechas yugadas de nuestro escudo.
Como nuestras cinco rosas.

No están elegidos al azar los camaradas asesinados; en estos cinco nombres se encuentra resumida la historia de los falangistas a través de sus muertos.
Son cinco historias distintas, en distintos escenarios y tiempos, con desgraciadamente un mismo final.
Son cinco historias de persecución, de acoso, de cobardes que matan a traición amparándose en las sombras de un zaguán, en una muchedumbre o en la emboscada y el tiro por la espalda.
Pero también es la historia de cinco idealistas, de juventudes generosas, de hombres de honor.

Contaba Sánchez Mazas que "hubo quien dijo que éramos cuatro gatos sin dos pesetas ni un árbol donde ahorcarnos; nadie dijo, eso no, que no teníamos dónde caernos muertos, porque los falangistas caen muertos por todas partes" .
Y así es.
Y siempre hemos sido fáciles de reconocer por nuestros enemigos, porque a diferencia de ellos, la primera línea de combate es nuestro puesto.

En los próximos días saldremos a las calles a honrar con Juan Ignacio a todos los nombres que con letras de sangre escribieron nuestro negro telón.
En nuestro pensamiento, un solo objetivo: ser dignos de ellos.

Que nuestros pulmones y nuestro corazón dejen un ¡PRESENTE! cuyo eco resuene en todas las calles y plazas de Madrid hasta llegar a ellos. Y que allí en su lucero sepan que su sangre generosa ni fue, ni nunca será, estéril.

Y es que hay hombres que nacieron para ser inmortales.


Juan Antonio López Larrea

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